Llegar
a la Plaza Botero, o como también es llamada “Plaza de las esculturas” para un
ciudadano de Medellín o un extranjero puede ser una tarea relativamente básica.
Para un extranjero el medio más adecuado es usar el medio de transporte
insignia y orgullo de la ciudad como es el Metro. Para un ciudadano habitual de
la ciudad no solo el Metro puede ser usado, también se cuentan con diferentes
rutas de buses que llegan de diferentes Barrios como Castilla, Robledo,
Aranjuez, Manrique entre otros.
Para
el viaje en Metro el descenso obligado
es en la estación Parque Berrío bajando por el acceso nororiental que se tiene
habilitado, donde lo primero que podemos visualizar es una pasaje lleno de
murales, se camina teniendo la vista siempre presente en el mítico Hotel
Nutibara que es uno de los grandes símbolos dentro del centro de la ciudad.
Pero con tan solo desviar la mirada hacia la izquierda un poco, vemos una
estructura gigantesca y con un estilo gótico como es el Palacio de Cultura
Rafael Uribe Uribe. Este prototipo de palacio europeo tomó 20 años en su
terminación, desde el comienzo de la construcción en 1920 hasta 1940. Ahora es
un importante referente donde se conservan archivos históricos, fotográficos y
documentos de la ciudad.
Pero
no solo observamos el palacio, antes de él, se encuentran una de las plazoletas
más antiguas de Medellín, “La Plazuela Nutibara” donde esta ha sido punto de
encuentro de muchos visitantes del centro de Medellín, un poco olvidada para
algunos debido a que su poco espacio y porque la “Plaza Botero” se encuentra a
muy poco metros.
Se
camina lento para poder observar el paisaje de cemento que se nos ofrece, y se
comienza a observar las obras del Maestro Fernando Botero después de pasar al
lado del palacio de la cultura. Se ven una obras imponentes tanto por su tamaño
y como dirían los expertos la perfección de sus detalles. Se observan decenas
de transeúntes, fotógrafos, caminantes vendiendo algún producto, ancianos,
niños, jóvenes, algunos desapercibidos tomándose fotografías con las
esculturas, habitantes de la calle que sigue a paso largo su recorrido. Se
pueden observar unos cuantos turistas con cámaras exhibiéndolas, donde algunos
dirían “no saques nada de tus bolsillo que sea de valor”. Es tan solo exhalar
una bocana de aire y sentirla, para sentir un aire fuerte, tosco, lleno de
contaminación, con ciertos olores a tabaco, basura, lociones de algunos
transeúntes, cemento, y no faltando algunos a orines en los alrededores.
Se
puede ver una diferencia grande entre la Plaza Botero y sus alrededores donde
es paradójico observar la presencia de policías y de las cámaras de seguridad
en la plaza central, mientras que las calles circundantes anteriormente
descritas son los hoyos negros donde la institucionalidad no logra proyectarse.
Partiendo de la base que las instituciones son importantes en toda sociedad
para su organización, para el establecimiento de un acuerdo común, y la
posterior creación de protocolos de comportamiento, estas indudablemente
reflejan a la sociedad en la que operan.
Los
juegos de poder entre policías y
delincuentes, son ganados por los primeros en el espacio institucional
que tiene estructura propia, la plaza central. El acuerdo tácito de seguridad
es que este lugar no se toma como asentamiento de delincuentes, o de habitantes de la calle.
Parece que se ubica un lugar neutral para el “descanso” de los visitantes y
transeúntes, es decisión de estos traspasar los límites de la seguridad en la
ciudad.
Estos
turistas caminan a paso lento, observando detenidamente el paisaje y algunos se
sorprenden por mirar hacia el lado norte y ver un cambio radical en el paisaje,
donde se observa el edificio Miguel de Aguinaga, donde se encuentran oficinas
de EPM (Empresas Públicas de Medellín) y la Contraloría General de Medellín,
justo antes un pasaje que ha sido apropiado por los venteros ambulantes y los
diferentes gobiernos municipales han querido “rescatar” para darle una cara
distinta de las lógicas que maneja la ciudad, con sus fronteras invisibles, la
delincuencia común dada en algunos sectores y como cada una de las calles
generan unos códigos que deben ser descifrados para no pasar un mal rato.
Al
frente de la Plaza de Botero se puede observar el letrero grande que indica
“Museo de Antioquia” una pieza arquitectónica que fue dado por la iniciativa
del señor Manuel Uribe Ángel; cirujano, botánico, geógrafo, escritor y orador.
Uribe Ángel nace en envigado en 1822, desde su juventud siempre mostro pasión
por la investigación científica, por aprender y transmitir conocimiento. Con el
pensamiento de que un pueblo no puede sobrevivir culturalmente si carece de
referentes culturales, nace en el la idea de que el estado de Antioquia ah de
tener una biblioteca museo, esta debería ser un lugar popular, abierto a toda
clase de público, y donde la gente pudiera ir a aprender y conocer su historia,
a la vez que a forjar patrones de identidad culturales. Es así como el 15 de
diciembre de 1881, abre sus puertas en Antioquia, el museo de Zea, este primer
nombre colocado en honor al señor Francisco Antonio Zea, científico y político
colombiano. El 12 de enero de 1882 el mismo Uribe Ángel es nombrado su director
general.
En
1977 el museo pasara a llamarse museo de arte de Medellín, “Francisco Antonio Zea”, y finalmente por iniciativa del Maestro de
arte antioqueño Fernando Botero, este cambia su nombre a museo de Antioquia,
con la intención de que este se convierta así en un referente del departamento.
El
museo de Antioquia inicialmente estuvo ubicado donde fuera el palacio Rafael
Uribe Uribe, antigua sede de la gobernación de Antioquia, hoy el palacio de
cultura, precisamente la primera fue retirada para darle continuidad a la
segunda. En 1955 el museo con una figura jurídica autónoma, es reabierto en
donde fuera antiguamente la primera fábrica de aguardiente y luego la casa de
moneda, hoy la sala experimental del museo.
Pero
no fue sino hasta el 15 de octubre del 2000 que el museo va a instalarse en la
sede que conocemos hoy, que a su vez fue antigua sede del palacio municipal y
del concejo de Medellín, y más tarde de EPM. Esto debido al proceso de
recuperación al que fue sometido la zona de la Veracruz, siendo esta una zona
muy olvidada, y llena de conflictos sociales, nace la iniciativa de recuperar
la zona a través del fortalecimiento de la cultura, para lo cual necesitaban
una nueva sede para el museo, y el espacio apropiado para ubicar la donación en
esculturas que ofreció el maestro Botero para la recuperación de la misma.
Ahora
con la historia que nos ofrece el Museo de Antioquia y la Plaza de Botero,
donde queda ubicada la avenida Carabobo que fue remodelada y construida para
ser un pasaje peatonal hasta la calle San Juan, por la antigua plaza Cisneros,
ahora convertida en el Parque de las luces. Donde cualquier persona que mire
desprevenida se encuentra con unas de las iglesias más antiguas de Medellín,
“Iglesia de la Veracruz” donde en el sector desde hace varias décadas ha sido
tomada por un sistema que escapa de la institucionalidad donde confluyen
diferentes prostitutas y venta de estupefacientes, brindado un sector más
lúgubre que él que se puede tener en la Plaza Botero.
Se
queda detenido en la puerta del Museo de Antioquia el cual permite tener una
visión amplia de todo la Plaza Botero, en la cual se observa una pequeña
arborización, las esculturas de tamaño gigantesco dándole una presencia de ciudad
cosmopolita; mas todos los turistas que vienen a visitar el sitio, con sus
cámaras fotográficas, videograbadoras y celulares, observando en un dia soleado
con sus gafas de marca costosa y su vestimenta que para los ojos de todos lo
que confluyen el lugar a diario se les ha convertido en un paisaje matutino y
que para los venteros se convierten en oportunidad de venta y también tener una
conversación con un “gringo” de estos que hable bien de Medellín en su ciudad y
país natal para que regresen y puedan llevarse un buen recuerdo de esta ciudad.
Es
con tan solo mirar la gran presencia de ventas ambulantes en el sector
moviéndose de un lado para el otro, mirando siempre con cautela el arribo de
ciertas personas indeseadas para estos, como son las personas de espacio
público; que se les ha comendado la labor de evitar la presencia masiva de
venteros que puedan obstaculizar las calles o los andenes con su rebusque
diario para la supervivencia de ellos y de sus hijos. Las ventas ambulantes es
una consecuencia de los grandes problemas de generar políticas de empleo claras
y dignas, donde no es posible hacerlas pasar desapercibido si cada pocos metros
te encuentras con otra persona que ofrece cada uno variedades de productos
tanto para el extranjero como para el paisano.
Por
Andrés Felipe Gallego Cano
Cristina Cardona
Victoria Bertel Silgado
Yacira Perea
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