domingo, 27 de mayo de 2012

Una mirada a la Plaza Botero




Llegar a la Plaza Botero, o como también es llamada “Plaza de las esculturas” para un ciudadano de Medellín o un extranjero puede ser una tarea relativamente básica. Para un extranjero el medio más adecuado es usar el medio de transporte insignia y orgullo de la ciudad como es el Metro. Para un ciudadano habitual de la ciudad no solo el Metro puede ser usado, también se cuentan con diferentes rutas de buses que llegan de diferentes Barrios como Castilla, Robledo, Aranjuez, Manrique entre otros.



Para el viaje en Metro el  descenso obligado es en la estación Parque Berrío bajando por el acceso nororiental que se tiene habilitado, donde lo primero que podemos visualizar es una pasaje lleno de murales, se camina teniendo la vista siempre presente en el mítico Hotel Nutibara que es uno de los grandes símbolos dentro del centro de la ciudad. Pero con tan solo desviar la mirada hacia la izquierda un poco, vemos una estructura gigantesca y con un estilo gótico como es el Palacio de Cultura Rafael Uribe Uribe. Este prototipo de palacio europeo tomó 20 años en su terminación, desde el comienzo de la construcción en 1920 hasta 1940. Ahora es un importante referente donde se conservan archivos históricos, fotográficos y documentos de la ciudad.



Pero no solo observamos el palacio, antes de él, se encuentran una de las plazoletas más antiguas de Medellín, “La Plazuela Nutibara” donde esta ha sido punto de encuentro de muchos visitantes del centro de Medellín, un poco olvidada para algunos debido a que su poco espacio y porque la “Plaza Botero” se encuentra a muy poco metros.








Se camina lento para poder observar el paisaje de cemento que se nos ofrece, y se comienza a observar las obras del Maestro Fernando Botero después de pasar al lado del palacio de la cultura. Se ven una obras imponentes tanto por su tamaño y como dirían los expertos la perfección de sus detalles. Se observan decenas de transeúntes, fotógrafos, caminantes vendiendo algún producto, ancianos, niños, jóvenes, algunos desapercibidos tomándose fotografías con las esculturas, habitantes de la calle que sigue a paso largo su recorrido. Se pueden observar unos cuantos turistas con cámaras exhibiéndolas, donde algunos dirían “no saques nada de tus bolsillo que sea de valor”. Es tan solo exhalar una bocana de aire y sentirla, para sentir un aire fuerte, tosco, lleno de contaminación, con ciertos olores a tabaco, basura, lociones de algunos transeúntes, cemento, y no faltando algunos a orines en los alrededores.



Se puede ver una diferencia grande entre la Plaza Botero y sus alrededores donde es paradójico observar la presencia de policías y de las cámaras de seguridad en la plaza central, mientras que las calles circundantes anteriormente descritas son los hoyos negros donde la institucionalidad no logra proyectarse. Partiendo de la base que las instituciones son importantes en toda sociedad para su organización, para el establecimiento de un acuerdo común, y la posterior creación de protocolos de comportamiento, estas indudablemente reflejan a la sociedad en la que operan.

Los juegos de poder entre policías y  delincuentes, son ganados por los primeros en el espacio institucional que tiene estructura propia, la plaza central. El acuerdo tácito de seguridad es que este lugar no se toma como asentamiento  de delincuentes, o de habitantes de la calle. Parece que se ubica un lugar neutral para el “descanso” de los visitantes y transeúntes, es decisión de estos traspasar los límites de la seguridad en la ciudad.








Estos turistas caminan a paso lento, observando detenidamente el paisaje y algunos se sorprenden por mirar hacia el lado norte y ver un cambio radical en el paisaje, donde se observa el edificio Miguel de Aguinaga, donde se encuentran oficinas de EPM (Empresas Públicas de Medellín) y la Contraloría General de Medellín, justo antes un pasaje que ha sido apropiado por los venteros ambulantes y los diferentes gobiernos municipales han querido “rescatar” para darle una cara distinta de las lógicas que maneja la ciudad, con sus fronteras invisibles, la delincuencia común dada en algunos sectores y como cada una de las calles generan unos códigos que deben ser descifrados para no pasar un mal rato.

Al frente de la Plaza de Botero se puede observar el letrero grande que indica “Museo de Antioquia” una pieza arquitectónica que fue dado por la iniciativa del señor Manuel Uribe Ángel; cirujano, botánico, geógrafo, escritor y orador. Uribe Ángel nace en envigado en 1822, desde su juventud siempre mostro pasión por la investigación científica, por aprender y transmitir conocimiento. Con el pensamiento de que un pueblo no puede sobrevivir culturalmente si carece de referentes culturales, nace en el la idea de que el estado de Antioquia ah de tener una biblioteca museo, esta debería ser un lugar popular, abierto a toda clase de público, y donde la gente pudiera ir a aprender y conocer su historia, a la vez que a forjar patrones de identidad culturales. Es así como el 15 de diciembre de 1881, abre sus puertas en Antioquia, el museo de Zea, este primer nombre colocado en honor al señor Francisco Antonio Zea, científico y político colombiano. El 12 de enero de 1882 el mismo Uribe Ángel es nombrado su director general.

En 1977 el museo pasara a llamarse museo de arte de Medellín, “Francisco Antonio Zea”, y finalmente por iniciativa del Maestro de arte antioqueño Fernando Botero, este cambia su nombre a museo de Antioquia, con la intención de que este se convierta así en un referente del departamento.



El museo de Antioquia inicialmente estuvo ubicado donde fuera el palacio Rafael Uribe Uribe, antigua sede de la gobernación de Antioquia, hoy el palacio de cultura, precisamente la primera fue retirada para darle continuidad a la segunda. En 1955 el museo con una figura jurídica autónoma, es reabierto en donde fuera antiguamente la primera fábrica de aguardiente y luego la casa de moneda, hoy la sala experimental del museo.

Pero no fue sino hasta el 15 de octubre del 2000 que el museo va a instalarse en la sede que conocemos hoy, que a su vez fue antigua sede del palacio municipal y del concejo de Medellín, y más tarde de EPM. Esto debido al proceso de recuperación al que fue sometido la zona de la Veracruz, siendo esta una zona muy olvidada, y llena de conflictos sociales, nace la iniciativa de recuperar la zona a través del fortalecimiento de la cultura, para lo cual necesitaban una nueva sede para el museo, y el espacio apropiado para ubicar la donación en esculturas que ofreció el maestro Botero para la recuperación de la misma.




Ahora con la historia que nos ofrece el Museo de Antioquia y la Plaza de Botero, donde queda ubicada la avenida Carabobo que fue remodelada y construida para ser un pasaje peatonal hasta la calle San Juan, por la antigua plaza Cisneros, ahora convertida en el Parque de las luces. Donde cualquier persona que mire desprevenida se encuentra con unas de las iglesias más antiguas de Medellín, “Iglesia de la Veracruz” donde en el sector desde hace varias décadas ha sido tomada por un sistema que escapa de la institucionalidad donde confluyen diferentes prostitutas y venta de estupefacientes, brindado un sector más lúgubre que él que se puede tener en la Plaza Botero.



Se queda detenido en la puerta del Museo de Antioquia el cual permite tener una visión amplia de todo la Plaza Botero, en la cual se observa una pequeña arborización, las esculturas de tamaño gigantesco dándole una presencia de ciudad cosmopolita; mas todos los turistas que vienen a visitar el sitio, con sus cámaras fotográficas, videograbadoras y celulares, observando en un dia soleado con sus gafas de marca costosa y su vestimenta que para los ojos de todos lo que confluyen el lugar a diario se les ha convertido en un paisaje matutino y que para los venteros se convierten en oportunidad de venta y también tener una conversación con un “gringo” de estos que hable bien de Medellín en su ciudad y país natal para que regresen y puedan llevarse un buen recuerdo de esta ciudad.



Es con tan solo mirar la gran presencia de ventas ambulantes en el sector moviéndose de un lado para el otro, mirando siempre con cautela el arribo de ciertas personas indeseadas para estos, como son las personas de espacio público; que se les ha comendado la labor de evitar la presencia masiva de venteros que puedan obstaculizar las calles o los andenes con su rebusque diario para la supervivencia de ellos y de sus hijos. Las ventas ambulantes es una consecuencia de los grandes problemas de generar políticas de empleo claras y dignas, donde no es posible hacerlas pasar desapercibido si cada pocos metros te encuentras con otra persona que ofrece cada uno variedades de productos tanto para el extranjero como para el paisano.





Ya se hace tarde en la plaza, se ve un gran flujo de ciudadanos caminando apresurados hacia sus casas, algunos venteros se ven tristes por lo poco que se han hecho en el día y se van meditabundos si es posible comer algo antes de dormir, algunos habitantes corren, otros meditan sobre su día, ya no se ven extranjeros, el aire cambia y comienzan los vientos fuertes que azotan la plaza. Si en el día la presencia de la policía era poca, ahora al caer la noche, no se puede observar ninguno alrededor; los que conocen el sector caminan rápido y prevenidos, otros que solo pasan por ahí de vez en cuando se les siente el temor en su andar, un andar mas apresurado y con movimientos de cabeza apresurados hacia todos los ángulos posibles. Así, entre más tarde se haga menos personas acuden al lugar, no se observan ni un solo Flash de cámaras, a los extranjeros se les recomienda no visitarlo en la noche y el lugar solo queda con los residentes y los ya acostumbrados al sector.






Por 

Andrés Felipe Gallego Cano
Cristina Cardona
Victoria Bertel Silgado
Yacira Perea

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